Después de más de dos años de pandemia, los países de América Latina y el Caribe (ALC) están volviendo a una “nueva normalidad” gracias a sus planes de vacunación y una reactivación económica. Como el confinamiento fue tan importante para detener la propagación de los contagios, la garantía de la continuidad de los servicios de red (electricidad e internet) fue clave para sostener las actividades económicas durante la pandemia. No obstante, el impacto de la pandemia en la demanda eléctrica fue muy fuerte en algunos países, con cambios en la cantidad y el perfil de la demanda.
Es así que, monitorear el comportamiento de la demanda de electricidad es clave para observar la recuperación habitual productiva de los países a raíz de la pandemia, y además sirve como información para las previsiones de inversión requeridas para el sector eléctrico.
En el BID venimos monitoreando el pulso de la demanda de electricidad diaria de los países de la región mediante una herramienta de visualización de datos en el Hub de Energía y mediante otros blogs y publicaciones. Con estos datos podemos realizar varios análisis para ver el impacto de los primeros días y meses de pandemia, ver cómo los países vuelven a su nivel habitual de consumo, o simplemente informarse sobre el consumo diario en un periodo de interés (feriados, fin de año, fines de semana, estaciones de año) y compararlo entre países.
Debemos destacar que, en las últimas dos décadas, la tendencia del consumo eléctrico de ALC venía creciendo a un 2,5% en promedio anual hasta 2019. Con la pandemia y las primeras medidas de confinamiento en marzo de 2020, la demanda de 13 países cayó en 8% en el periodo inmediato de la crisis si comparamos el consumo entre el 15 de marzo y el 30 de abril de 2020 con el mismo periodo de 2019. El impacto fue heterogéneo en los países según los inicios y duraciones de confinamiento (ver Figura 1, panel A). Aquellos países que más disminuyeron su demanda, como Perú (-29%), Bolivia (-19%), El Salvador (-17%), Panamá (-16%) y Brasil (-10%), fueron aquellos que también vieron un mayor decrecimiento económico en la región[1]. Ya en septiembre y octubre de 2020, comenzó a verse una recuperación temporal superior a lo registrado en 2019 de al menos 8 de 13 países, pero vuelve a caer la demanda levemente a finales de 2020 y principios de 2021 asociado a las medidas de confinamiento derivado de nuevas variantes de COVID-19. Así el 2020 en su totalidad dejó una disminución anual de -2.5%, siendo la mayor caída registrada desde 1990. Los sectores que más disminuyeron su consumo fueron el transporte (-13.6%), comercio (-8%), agricultura y minería (-1.4%) e industria (-0.7%).
Figura 1. Impacto y recuperación de la demanda de electricidad
Desde marzo de 2021, a medida que la recuperación de la economía se da, el consumo de electricidad se recupera a un nivel similar al de prepandemia, y al final de año la demanda aumenta notablemente en la mayoría de los países (ver Figura 1, panel B) destacando los crecimientos de República dominicana (12,3%), Brasil (6,3%) y Honduras (5,9%).
El crecimiento de la demanda observada en 2021 se fortalece en 2022. Las cifras diarias de enero y febrero de 2022 demuestran que la tendencia de la demanda va de acuerdo con el crecimiento observado de los años prepandemia, impulsados además por el efecto de recuperación económica y el regreso a la nueva “normalidad” de trabajo en la mayoría de los sectores productivos (Figura 2). Entre enero y febrero de 2022 (comparado con el mismo periodo de 2019) los países aumentan su demanda entre 0.8% en Uruguay a 19,5% en República Dominicana.
Figura 2. Crecimiento de la demanda de electricidad en 2022
En el largo plazo las tendencias de demanda de final de 2021 y comienzos de 2022 se alinean con el crecimiento observado en las últimas dos décadas, que es un indicador clave y rápido para entender, por un lado, las variaciones de la economía, y por otro nos puede ayudar a estimar las necesidades de inversión. En esta dimensión, mismo que todos los países analizados hayan regresado a niveles de demanda superiores a prepandemia, hay una gran heterogeneidad del crecimiento, lo que puede ser explicado por los diferentes niveles (rapidez y sostenibilidad) de recuperación económica de los países. En el mediano plazo, las variaciones estacionales de la demanda son muy importantes, pues estas nos permiten entender el impacto del clima (y de los cambios del clima) en el consumo de electricidad. Por ejemplo, se percibe que hay una tendencia en muchos países a tener dos picos cada vez más fuertes en verano e inverno (por uso de aire acondicionado y calefacción). En el corto plazo, las variaciones de demanda diaria y horaria, nos permiten entender el comportamiento de las familias en periodos cortos específicos. Por ejemplo, durante la pandemia se observaron cambios en los hábitos, que se refleja en las variaciones horarias del uso de energía, no obstante, no se observaron cambios que se mantengan. Gracias a esta visualización de datos que provee el Hub de Energía, todas estas perspectivas de la demanda de electricidad pueden ser analizadas.