Los músicos y nuestras patéticas pero maravillosas ganas de seguir tocando

Wallace Hartley Band, ese era el nombre de la banda del Titanic, que según cuenta la leyenda tocó hasta el último minuto antes de morir en medio de la tragedia, dicen que su última canción fue 'Nearer, my God, to Thee', una canción sobre la esperanza de trascender de este plano terrenal para encontrar lo que se puede llamar a un creador.

Y es que así somos los músicos, para nosotros la vida consiste en tocar, cantar, componer, creemos que podemos cambiar la realidad y el curso de la historia a través de canciones, de mensajes y lo hacemos con sinceridad, con el corazón en la mano colocando cada sentimiento en cada nota.

En estos tiempos que nunca nos había tocado vivir, tiempos oscuros de incertidumbre en donde vemos que las sociedades que supuestamente eran más fuertes están en jaque por culpa de un virus, en donde vemos que ciudades como New York que en el cine ha superado a King Kong, a los extraterrestres, a los desastres naturales y toda clase de amenazas ha caído en la vida real de una manera impresionante, los músicos seguimos guardando nuestra esperanza en la práctica artística, en nuestra forma de expresarnos.

Esa necesidad nuestra se convierte entonces en el aire que necesitamos para vivir, en nuestro respirador artificial, cerraron los bares, los escenarios, los festivales, cerraron todo cuanto nos quedaba, nuestros eventos, nos quedamos casi todos sin dinero y con la incertidumbre de no tener a nadie que nos ayude ni la forma efectiva de ayudar y en entonces donde llega la decisión de no callarse, de seguir cantando a como dé lugar.

Hace un par de noches mientras estaba en la mitad de un programa de radio online, una de las actividades que aun me quedan para hacer en esta cuarentena, escribí una canción, no tardé más de cinco minutos en hacerlo, porque desboqué esa frustración en lo que creo que se hacer, sabiendo aun que me falta mucho para ser lo que quisiera ser y la grabé, la subí a las redes y llamé a varios amigos y nos pusimos a tocar en una aplicación y los mensajes comenzaron a llegar, “gracias por el mensaje”, “me tocó tu canción”, etc. Y sentí que aun sin ayudar al menos estaba tratando de minimizar el impacto negativo de toda la información.

Miles y miles de músicos en el planeta hoy se encuentran compartiendo desde casa, haciendo festivales virtuales, liberando contenidos que antes eran pagos, haciendo reuniones, creando estaciones, por que esa necesidad de nosotros de seguir sonando es patética, es como la necesidad del drogadicto de consumir y consumir, lo que pasa es que para nosotros al droga es la música y es más fuerte y más letal que la heroína, si nos falta, nos da ansiedad, nos puede matar.

Pero a la vez es maravillosa, esa necesidad es la que ha reventado los medios, las redes sociales de canciones, de sonidos, sean músicos profesionales, empíricos, sea público, hemos tenido a nuestra disposición lo mejor de cada uno, hemos descubierto una y mil canciones, se han compuesto millones más, la red, el mundo se ha llenado de música, la música que ha acompañado a los que estamos en cuarentena y salen a sus ventanas y balcones en todas partes del planeta tierra a cantar, por que la música es esperanza y también medicina.

Un mensaje de amor y de apoyo a los que hacen música, a los drogadictos del arte que no pueden dejarlo atrás, no paren, no paren de sonar, de tocar, hasta el último minuto de esta pandemia, hasta el último minuto de esta vida, porque, así como el capitán del Titanic, nosotros también nos hundimos con el barco, ¡¡¡pero sonando!!!

@felipeszarruk
Músico, comunicador social, Magister en Estudios Artísticos.

Apoyen a sus músicos locales, mírenlos, consuman sus directos, vivan la vida a través de sus canciones.

Dedicado a Luis Eduardo Aute, Wallace Roney, Alan Merrill y a los músicos que se han ido durante esta crisis.

Felipe Szarruk

Felipe Szarruk