¿Pueden los gobiernos acelerar la transición a una energía renovable más barata y menos contaminante?

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Imagina tu día en el futuro. Te levantas para preparar tu desayuno en una cocina de inducción eléctrica, que, al igual que todos los electrodomésticos de tu casa, funciona con electricidad procedente de los paneles solares que tienes en tu tejado. Luego, vas a trabajar en tu bicicleta eléctrica o en el tranvía que funciona gracias a la energía de un parque eólico situado en las afueras de la ciudad. Un día más sin huella de carbono. Lo mejor de todo: el precio. La energía renovable es tan barata que no te cobran por la cantidad que consumes. En su lugar, pagas una pequeña cuota mensual que no se ve afectada por los precios internacionales del petróleo o las guerras. Tendrás la luz siempre encendida, ¡aunque pase un huracán!

Debido a las drásticas caídas del coste de la energía solar, eólica, de las baterías y, más recientemente, del hidrógeno verde, América Latina y el Caribe podrían hacer realidad este futuro. Un nuevo estudio del BID y el IDDRI, financiado por el Fondo Francés para el Clima, sugiere que los gobiernos pueden conseguirlo y, de paso, poner fin a la crisis climática. Pero, para que suceda la transición a la energía libre de carbono, los gobiernos tienen que identificar las numerosas barreras que impiden un rápido y amplio despliegue de energía renovable, y actuar sobre las regulaciones e incentivos para habilitar el cambio.

Primer paso: descarbonizar la electricidad. También primer paso: electrificar todo. No hay segundo paso.

Obtener energía barata y limpia no es una cuestión de viabilidad técnica. Conocemos la tecnología, sabemos dónde aplicarla y sabemos también que es la opción más económica de producir energía que nunca ha tenido la humanidad. A nivel mundial, un sistema de energía 100% renovable promete un ahorro neto de 12 billones de dólares. Las inversiones necesarias pueden amortizarse en menos de siete años.

No hay una solución única para todos los países, ya que el contexto local es crucial. Pero sí hay tres ingredientes básicos que pueden implementarse en todas partes:

  • Los nuevos proyectos de generación de electricidad deberían usar energía solar, eólica, geotérmica o hidráulica. En otras palabras, expandir la generación con carbón, petróleo o gas no es necesario.
  • Los gobiernos pueden organizar el cierre progresivo de las centrales eléctricas de carbón, petróleo y gas existentes, negociando con los propietarios, los trabajadores y las comunidades que dependen de ellas y garantizar una transición justa.
  • Los autos, las cocinas, las calefacciones y otros aparatos que hoy usan combustibles fósiles pueden ser sustituidos por alternativas eléctricas más eficientes.

La transición a un sistema energético de cero emisiones ya empezó

Costa Rica y Paraguay demuestran que los países pueden generar más del 99% de su electricidad a partir de energías renovables. Otros países siguen por este camino: México, Chile y Argentina han marcado récords mundiales en potencial eólico y solar. En zonas rurales, las plantas de energía renovable respaldadas por baterías pueden aportar electricidad fiable las 24 horas al día por primera vez.

Los vehículos eléctricos se están convirtiendo en la nueva normalidad. El 13% de los autos nuevos vendidos en todo el mundo en 2022 son eléctricos, un claro ejemplo de lo que significa la “electrificación”. Pero esta transición de combustibles fósiles a energía renovable no ocurre solamente en la industria automotriz. También es posible cocinar con estufas y hornos eléctricos o de inducción. Las bombas de calor son más baratas que el gas, cuando de calentar la casa se trata, e incluso en industrias como la tintura o producción de papel. Es importante que los países no esperen a que la electricidad sea limpia para electrificar los usos energéticos, ya que ambos procesos llevarán décadas y deben iniciarse en paralelo.

Aunque los combustibles fósiles siguen representando el 43% de la energía utilizada en América Latina y el Caribe, la región ya está avanzando en la transición. Alrededor del 65% de la generación de electricidad en la región ya es renovable, y entre 2019 y el 2021 se añadieron 40GW de generación de electricidad renovable, alrededor del 10% de la capacidad actual. La electrificación también está avanzando. Por ejemplo, Santiago y Bogotá tienen flotas de autobuses eléctricos muy amplias.

Los gobiernos pueden incentivar la financiación y acelerar los procesos de construcción

Pero aún queda mucho por hacer. Los gobiernos y formuladores de políticas tienen un papel fundamental para superar los obstáculos relacionados con una normativa obsoleta, la falta de infraestructuras, la dificultad de financiación y las brechas de información.

Una barrera clave es la burocracia. Dado que las energías renovables son más baratas, las empresas privadas deberían contratar ingenieros y técnicos locales, construir centrales solares y eólicas, reducir los precios de la electricidad para las familias y las empresas, y obtener beneficios. Pero la normativa puede impedirlo. Conseguir los permisos para utilizar el terreno para instalar energía eólica o solar puede llevar meses o incluso años. Obtener los derechos de conexión a la red puede ser igual de complicado. Algunos de los trámites ni siquiera tienen sentido, ya que se pide a los proyectos renovables cumplir con la normativa destinada a reducir el riesgo de vertidos de combustibles fósiles.

Los gobiernos pueden resolver estos problemas. Pueden, por ejemplo, actualizar la normativa sobre el uso del suelo, preestablecer zonas de generación de electricidad renovable para acelerar la aprobación de nuevos emplazamientos y adaptar la normativa de seguridad a las energías renovables.

Otro problema son los elevados costes de capital. En los países en los que la energía eólica y la solar son todavía nuevas, los inversores pueden cobrar primas de riesgo más elevadas, poniendo en peligro la viabilidad financiera de los proyectos. Los gobiernos pueden reducir el riesgo de las inversiones, utilizando garantías públicas para reducir los tipos de interés asociados a los proyectos de energías renovables o concediendo préstamos sin intereses a los promotores de los proyectos. Estas políticas se pueden financiar mediante bonos verdes o vinculados a la sostenibilidad, que a menudo resultan más baratos que los bonos tradicionales: todos ganan.

Manos a la obra para lograr la prosperidad libre de carbono

Otras barreras dificultan la adopción de soluciones de energía limpia, desde problemas de intermitencia, la necesidad de conectar zonas ventosas y soleadas a los centros de consumo o la falta de información básica. Por ejemplo, ¿sabías que la mayoría de los aparatos de aire acondicionado también pueden proporcionar calefacción, utilizando entre dos y cuatro veces menos energía que la calefacción eléctrica?

Aunque cada país es diferente, el camino hacia una energía carbono neutral está claro:

  1. Partir de una visión de una economía próspera basada en las energías renovables, y los vehículos y aparatos eléctricos.
  2. Identificar los obstáculos en el camino.
  3. Conseguir que los gobiernos habiliten la transición.

Conoce más sobre cómo los gobiernos pueden contribuir a desbloquear barreras en sectores como el de energía, el transporte, los edificios, la agricultura, la industria y los residuos leyendo nuestro informe sobre 15 transformaciones hacia la prosperidad libre de carbono.

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