Llegó en alguno de los muchos barcos mercantes que arribaban al puerto de Atenas, se presume que había venido de la zona de Etiopía o Egipto y lo que lo causaba era desconocido, por lo que se le consideraba como un enemigo imposible de combatir.

La guerra entre Atenas y Esparta, junto a sus aliados había iniciado el año 431 Antes de Cristo y, el comandante de las fuerzas atenienses era Pericles. Atenas se encontraba en una situación privilegiada, pues tenía un puerto bien protegido desde el cual podía recibir alimentos, armas y todo lo necesario para resistir un asedio que debilitase a su enemigo Esparta, que no tenia una flota que pudiera sitiar el puerto del Ático.

Pericles decidió proteger a la población concentrándola en la zona interior que era la más fortificada, lo que fue un gran error, pues al llegar la peste, esta se diseminó fácilmente en aquella hacinación humana y Pericles fue uno de los muchos muertos por la enfermedad.

Los discursos de Pericles siempre resaltaban las bondades y capacidad de los atenienses, así como la fuerza de la ciudad y su organización; sus palabras iban respaldadas por sus acciones, por lo que representaba una fuerza moral que mantenía unidos y fuertes a los atenienses. Pero a su muerte llegaron las disputas por el poder y dos ciudadanos destacados por su poder económico y político iniciaron la disputa por obtener el control del Estado Ático.

Eran Nicias y Cleón, sus posturas sobre la continuidad de la guerra eran divergentes, así como las facciones de la ciudad que representaban y la lucha de poder entre ellos debilitó a los ateneos y la unidad lograda por Pericles.

Atenas cayó debilitada por la peste, pero también porque su liderazgo basado inicialmente en la fuerza moral, de quien solo buscaba el bien de la ciudad, fue sustituido por una disputa por el poder que debilitó la moral y la decisión de los atenienses y sus aliados.

En México somos un país cuya democracia se sustenta en los partidos políticos, a pesar de que desde el 2014, se aceptan las candidaturas independientes, esta es una figura que no ha logrado penetrar, aún, en nuestra cultura democrática.

El liderazgo político que detenta el poder actualmente en México, no se caracteriza por sostener un concepto de Nación, como un grupo de personas que habitamos en un territorio el que consideramos como propio, sobre el cual tenemos un sistema de unión jurídica y muchas condiciones comunes, como lengua, creencias, pasado, cultura y todo esto expresado en símbolos que hemos adoptado como reflejantes de esa idea, como el escudo o el himno nacionales y muchos otros que son propios de nuestra cultura.

Somos nación, porque son más los factores que nos unen que los que nos separan y esta idea no se representa en personajes que se han impuesto como próceres nacionales a través de un sistema educativo hecho a conveniencia de los políticos, con cuyas imágenes ahora se quiere marcar las diferencias entre los mexicanos.

Somos producto de múltiples conflictos surgidos entre nosotros mismos y con el extranjero como el despojo Estadounidense o la imposición de un Imperio Constitucional.

Lo que es México es el producto de un choque entre civilizaciones en el cual la europea salió dominante; de la invasión de ideas venidas del extranjero que nos llevaron a buscar ser un país independiente; somos también los daños de un Antonio López de Santana y las guerras provocadas por la búsqueda de privar a grupos de poder, de privilegios o la etapa de un gobierno de diferencias sociales pero de gran crecimiento o la guerra que mató a millones de los nuestros por la ambición de quienes querían el poder hace cien años y otro período de un grupo que supo organizarse para gobernar el país por siete décadas; de un cambio relativamente pacífico que nos llevó a experimentar con una democracia incipiente, que nos ha traído algunos gobiernos malos y otros peores.

Eso es México, el producto histórico de una sociedad unida por una serie de factores comunes, una nación a la que los políticos la tienen olvidada, pues en las luchas del poder de los remanentes que quedan de los partidos políticos, solo se busca la forma de hacerse del poder y no el verdadero objetivo que es mejorar nuestro país.

Así, los políticos mexicanos, tanto los que salieron del viejo régimen de control absoluto, los que ahora detentan el poder en un tsunami de corrupción y violación a nuestro pacto constitucional (nuestra expresión de la nación que pretendemos ser) como los que permanecen en los resabios de lo que fue aquello y los nuevos que han brotado de nuestra inmadura democracia; solo tienen una meta, hacerse del poder y son tantos y tan ambiciosos que las pugnas entre ellos solo nos dividen.

Lo que sucedió con la caída de Atenas nos lleva a reflexionar que, para nosotros, el objetivo principal y más importante es:

¡MEXICO!

Para las elecciones por venir, provoca el acudir a las urnas, sobre todo entre los jóvenes.

Oscar Müller Creel

Oscar Müller Creel