La creciente demanda de metales ha llevado a iniciar multitud de nuevos proyectos mineros en todo el mundo. En buena medida, ese aumento de la extracción primaria se justifica por la necesidad de proporcionar los materiales necesarios para la electrificación y descarbonización de la sociedad, pero raramente se considera cómo esa misma extracción primaria está generando nuevos y mayores problemas ambientales que se suman al que se pretende solucionar, la crisis climática global.
Las actuales políticas de transición ecológica están centradas en la sustitución tecnológica, en la generación de electricidad y en la movilidad. Esto hace que la demanda prevista de los minerales requeridos para la fabricación de estas tecnologías se multiplique en los próximos años. El Banco Mundial (2021) prevé que la demanda de litio y cobalto aumente en un 500 % entre 2018 y 2050 y la de níquel en un 100 %. Para el cobre se prevé extraer tanto en los próximos 30 años como en los 7.000 anteriores.
Minería urbana frente al extractivismo
Como reconocía la Comunicación de la Comisión Europea de septiembre de 2020, el porcentaje de la demanda total satisfecha a partir de metales secundarios, para elementos como el niobio, indio, litio, tantalio, berilio, disprosio, galio, hafnio y escandio, entre otros, es del 0 %.
Frente a los nuevos proyectos de minería de cobre propuestos en la Faja Pirítica Ibérica (incluyendo la reapertura de Aznalcóllar), en Extremadura (Alconchel) o en Galicia (Touro), o los proyectos de minería de oro de Salave (Asturias) o Corcoesto (Galicia), la investigación realizada en este informe concluye que la cantidad a reciclar de estos metales, contenida en el stock nacional de baterías, vehículos y aparatos eléctricos y electrónicos (AEE), supera a la demanda estatal prevista para la fabricación de las tecnologías de transición analizadas, con un 5.814,3 % en el caso del cobre y 137,5 % en relación al oro.
La concentración de algunos elementos en residuos tecnológicos es mucho más elevada que la concentración en los yacimientos minerales. En el caso de un teléfono móvil inteligente, el oro se encuentra 100 veces más concentrado que en las minas de mayor ley.
Los importantes daños ambientales que genera la minería
En el informe se comparan los impactos entre la extracción y procesado de metales procedentes de la minería convencional con los metales recuperados o secundarios. Se revela de forma clara cómo los bajos precios de la minería ocultan los impactos negativos que tiene esta actividad sobre los territorios y las comunidades en las que se desarrolla.
En la UE, los residuos mineros ya son la segunda principal fuente de residuos. Generan entre el 25 % y el 30 % del total. En las explotaciones de metales como el oro o la plata, más del 99,9 % de lo que se extrae acaba convirtiéndose en residuos. Para el caso del cobre, la producción de una tonelada de metal genera 110 toneladas de lodos y 200 toneladas de estériles de escombrera. Cada año se extraen unos 150.000 millones de toneladas de rocas que generan, entre otros residuos, 13.000 millones de toneladas de lodos.
Necesidad de políticas industriales a favor del reciclaje
Es necesaria una política industrial que establezca la creación de empresas públicas y una planificación de las capacidades de reciclaje futuras. Cuestiones como el desensamblaje y separación de componentes son muy intensivas en mano de obra, pero hacen posible maximizar la recuperación. Considerando apenas el valor en metales preciosos (oro, plata, cobre, platino, paladio, rutenio, rodio, iridio y osmio) y materiales críticos (cobalto, paladio, indio, germanio, bismuto y antimonio) contenidos en los RAEE generados en 2019, su extracción secundaria generaría 50.000 millones de euros.
Por ese motivo, es importante el desarrollo de medidas como condicionar la extracción primaria de metales a la recuperación secundaria o el impulso de soluciones innovadoras de recuperación de metales.
Los efectos positivos del reciclaje de metales
Los efectos positivos de la obtención de metales a partir del reciclaje frente a su obtención a partir de minerales procedentes de la extracción incluyen, en primer lugar, la reducción de la presión minera, con los problemas ambientales que esta implica. Por ejemplo, reciclando una tonelada de acero se evita la extracción de 1,4 toneladas de mineral de hierro y una cantidad similar de “estériles” sin valor económico, que se descartan como residuo en escombreras. En términos de afectaciones hídricas, el acero reciclado supone reducciones en la contaminación de las aguas del 76 % y de consumo de agua en un 40 %.
Por otro lado, al frenar o impedir la incineración, depósito en vertedero o abandono de metales con potencial de provocar daños ambientales, supone de por sí una externalidad positiva en términos sociales y ambientales.
Impulso para el cambio
Las décadas que hay por delante son fundamentales para llevar a cabo una transición ecológica que transforme estructuralmente nuestras sociedades. Esta transición va mucho más allá de una mera sustitución tecnológica. Una gran cantidad de estos minerales ya está llegando a los cauces oficiales de gestión y tratamiento de residuos. Es necesario un impulso que permita sistematizar su reciclaje y aprovechamiento.